Martes, 16 Octubre 2018 10:24

El desarrollo socioemocional del niño

El desarrollo socioemocional del infante surge del lazo entre el niño y quien lo cuida, en casi la mayoría de los casos, su madre. Durante el primer año de vida, el infante llega a establecer un lazo poderoso con su madre, ayudado por la atracción igualmente intensa que la madre siente hacia su bebé. Y en estos fuertes lazos y sentimientos que lo acompañan se encuentra el origen de un desarrollo socioemocional estable y seguro.

Durante más o menos un año, el lazo tiene la máxima intensidad, de manera que el infante se perturba cuando se separa de repente de su madre o cuando percibe que un adulto extraño es una amenaza para el vínculo. El infante trata de mantener un sentimiento positivo de bienestar y de evitar situaciones de dolor o de ansiedad. Entonces, gradualmente el vínculo se vuelve más flexible y relajado. Conforme el infante va alejándose y puede regresar y encontrar allí a la madre o figura cuidadora, es que logra independizarse y lograr una imagen de la madre y, por lo tanto, lograr la individualización.

Si por alguna razón no se permite que el vínculo se forme de manera apropiada o si se rompe de manera abrupta entonces el infante da señales de dificultades.

Dentro de las etapas que atraviesa el niño durante los primeros años en su desarrollo socioemocional se pueden describir las siguientes.

 

Primera Fase: Fase Autista Normal: del nacimiento a las cuatro semanas.

El recién nacido nace con conductas reflejas (succión, exploración, movimientos, entre otras) que le permiten un equilibrio fisiológico para adaptarse a su nuevo ambiente. El bebé no logra diferenciar sus propias tentativas para apaciguar sus tensiones (escupir, toser, orinar, regurgitar, gritar, vomitar) de las que se generan por los cuidados de su madre. La madre debe protegerlo y satisfacer sus necesidades. El pecho de la madre es parte de él mismo y la madre queda reducida a la sensación de calor que le proporciona.

El ambiente no se percibe debido a que las nociones de interior y exterior no existen, las partes del cuerpo no se siente diferentes, no hay separación entre él y su madre. Sus afectos son indiferenciados. El niño reacciona frente a estímulos internos (hambre, sed) o externos (luz, frío, ruidos) que sobrepasan su umbral con displacer (gritos, llanto) y la madre contribuye a restablecer el equilibrio cuando lo atiende y satisface sus necesidades.

 

Segunda Fase: Fase Simbiótica Normal: de los 2 meses a los 4 a 5 meses:

En esta etapa la madre y el niño forman una unidad. El niño se encuentra en un estado de dependencia absoluta y la madre en un estado de dependencia relativa. El lactante tiene una representación de la madre unida a él y separada con él del mundo exterior.

D.W. Winnicott plantea en esta etapa la noción de la “madre suficientemente buena”, donde la salud mental parte de un concepto clave: dependencia, estimando que un niño sólo puede desarrollarse si se le unen los cuidados maternales que permiten prevenir las distorsiones precoces, ofreciéndole un ambiente favorable. Al comienzo son absolutamente necesarios los cuidados maternales suficientemente buenos, que despierten en el niño el deseo de vivir y que susciten el placer de las sensaciones.

 

Tercera Fase: Proceso de Separación – Individuación

Mahler explica que esta tercera fase se origina en dos líneas de desarrollo que se sustentan en la maduración neurológica y fisiológica del niño:

  • La primera, que conduce a la separación y permite la diferenciación, distanciación, formación de límites y desvinculación de la madre.
  • La segunda, que conduce a la individualización y que permite la evolución de funciones autónomas como la percepción, memoria, pensamiento, entre otras.

Estas dos líneas del desarrollo permiten un funcionamiento autónomo del niño, la adquisición del concepto de sí mismo, la adquisición de la marcha y la representación del objeto.

Margaret Mahler identifica cuatro etapas en este proceso:

 

Primera etapa: Diferenciación – Desarrollo del esquema corporal : del 4/5 mes – 9 meses

En esta etapa, el bebé logra diferenciar a la madre del resto con la sonrisa social como respuesta específica de su preferencia y de su vínculo específico con ella. En esta etapa, el bebé hace sus primeros intentos de “ruptura” corporal con la madre, ya no quiere estar en brazos, prefiere jugar cerca de ella.

Alrededor del quinto mes, el bebé comienza a diferenciar su cuerpo del de la madre, interesándose por la exploración táctil de la madre (jalar su cabello, sus orejas, poner resistencia en su cuerpo para apartarse de ella).

Entre los 6 y 7 meses se produce el apogeo de la exploración manual, táctil y visual del rostro y el cuerpo de la madre. El bebé suele descubrir su cadena, aro, anteojos. A esta edad aparece el objeto transicional como sustituto de la madre, un objeto blando y cálido al tacto y que está saturado de olores corporales, que el bebé oprime cerca de su rostro y de su nariz porque le recuerdan a su madre.

A partir de los 8 - 9 meses, el bebé tiene la capacidad de realizar una diferenciación perceptiva bien desarrollada de los rostros. Cuando el bebé se encuentra frente a un desconocido contrasta su rostro con el de su madre, produciéndose la pauta visual “verificación de la madre”, que es muy importante para el desarrollo cognitivo y emocional del niño, ya que se dedica a comparar a su madre con otros. Entonces se produce la primera angustia del niño “angustia frente a los extraños o angustia ante la separación”, que es una angustia por la pérdida del objeto, el niño siente que su madre lo ha abandonado.

 

Segunda etapa: Las tentativas motrices: de los 9/12 meses hasta los 15 meses

Esta es la etapa de la ejercitación locomotriz. Lo que caracteriza al niño es que puede alejarse físicamente de la madre.

Tiene dos periodos:

  • En una primera tentativa, cuando gatea y camina con apoyo, el niño siente atracción por el mundo circundante pero el interés predominante continúa siendo la madre. En esta fase se establece la distancia óptima característica de la interacción madre – niño que le permite explorar el mundo “próximo” a ella.
  • En una segunda tentativa, el niño adquiere la capacidad de la locomoción libre y experimenta sus propias capacidades.

En esta fase el bebé extiende su interés hacia los objetos inanimados proporcionados por la madre, luego va expandiendo su capacidad motriz, donde tiene un rol activo para explorar un segmento más amplio de la realidad. El niño está entusiasmado con su capacidad motriz, pareciera que el niño ya no tiene interés hacia la madre. Sin embargo, ella es el punto estable, el punto de referencia a donde siempre puede regresar, es la posibilidad de reabastecimiento emocional y afectivo, para que el niño vuelva a incursionar en sus exploraciones.

En esta etapa es muy importante la capacidad de la madre de “soltar” a su hijo, estimulando y promoviendo su recién adquirida libertad y logros. Este es el primer gran paso hacia la formación de la identidad. En esta etapa si el niño sufre una caía o golpe, generalmente disminuye su interés por el entorno, y si una persona ajena a la madre intenta reconfortarlo, el niño pierde equilibrio emocional y llora hasta la llegada de la madre.

La marcha tiene un gran significado en la independización del niño. Si la madre trasmite expectativa y confianza, haciendo sentir a su hijo que es capaz de “lograrlo”, entonces el niño desencadenará un sentimiento de seguridad en sí mismo. Cómo perciba el niño su mundo, depende en gran medida de la confianza que la madre le brinde, ya que este proceso podría ser experimentado como doloroso si no estuviera ahí la madre para aliviar miedos, caídas y heridas.

Esta etapa, comprendida entre los 9 y los 15 meses, es la que Spitz denominó estadio del objeto libidinal, porque el niño reconoce claramente a la madre y la diferencia de su entorno, comparándola con todas las personas que se le acercan e iniciándose la “angustia de separación” y la “angustia frente a los extraños”.

Tercera etapa: La aproximación: entre los 15 y los 24 meses

En esta etapa el niño ha tomado verdadera conciencia de estar físicamente separado de la madre. Anteriormente, había dejado en suspenso la necesidad de cercanía de la madre, pero en esta etapa hay una fuerte necesidad de disponer emocionalmente en forma óptima de ella. Esta etapa se subdivide en tres fases:

  • Al comienzo de la aproximación, entre los 15 y los 18/20 meses, el niño desea que la madre comparta sus descubrimientos y que participe en sus actividades. Su pasatiempo favorito es la interacción social con la madre, a ella le trae, le enseña los juguetes que encuentra y desea compartirlos con ella.

En esta etapa se inicia un alto grado de Ansiedad de Separación, debido a que existe una mayor conciencia de separación física que se transforma en miedo a perder el objeto de amor.

El niño comienza con patrones contradictorios de comportamiento como “sombrear”, vigilar y seguir a la madre a todos lados y “arrancarla”, que se manifiesta en la resistencia que hace a la madre de restringir su autonomía, debido a que cada vez más, experimenta su cuerpo como una posesión propia: ya no quiere que lo manejen, se resiste a que lo tengan en una posición pasiva mientras lo visten, se presenta el negativismo hacia la madre y a otras personas. Pero cuando la madre pasa mucho tiempo lejos de él, aumenta su inquietud y tristeza.

  • Luego, se produce la crisis de la aproximación (18/20 – 22 meses), que es un período de ambivalencia cercanía – autonomía, donde el niño cambia de ánimo con mucha facilidad hacia la insatisfacción, inestabilidad y pataletas. Esta etapa se caracteriza porque pueden ocurrir conductas tan ambivalentes como: aferrarse al abrigo de la madre para que se quede y al siguiente momento comer grandes cantidades de galletas sin interesarse por ella. En este periodo son necesarias las actividades transicionales, (leerle cuentos, cantar, jugar con material) porque le permite tolerar la ausencia de la madre y acercarse a la persona sustituta.

En esta etapa la esfera social, que estaba marcada por la madre, se extiende y se desborda para incluir al padre primero y luego a los pares.

  • Alrededor de los 22 a 24 meses, se resuelve la crisis de aproximación. A esta edad disminuyen la ansiedad de separación y la ambivalencia cercanía – autonomía. El niño parece encontrar un punto de equilibrio facilitado por su mejor desarrollo del lenguaje, adquiriendo la capacidad de nombrarse como “yo” y de nombrar a personas familiares, de lograr el proceso de interiorización de reglas y su capacidad de expresar fantasías y deseos mediante el juego simbólico. Este periodo marca también el inicio de la identidad sexual y aparecen diferencias significativas en el comportamiento entre niños y niñas.

 

d. Cuarta etapa: Permanencia del objeto - Consolidación de la individualidad: 24 – 36 meses

Esta última fase es extremadamente importante, debido a que los niños deben alcanzar muchos logros: una individualidad definida, estructuración de sí mismo y el despliegue de funciones cognitivas complejas.

La comunicación verbal se desarrolla rápidamente y permite el juego de la fantasía, de los roles. Los niños desarrollan un sentido del tiempo que permite tolerar la ausencia de la madre. Cuando la retirada de la madre provoca rabia y añoranza en el niño, este no puede hacer una representación mental de la madre y necesita estar disponible físicamente.

Recién a partir del tercer año, la ausencia física de la madre puede ser sustituida por la presencia de una imagen interna confiable, que se mantiene estable.

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Lic. Rosa Taramona Aparcana

Psicóloga. Mag. En Psicología Educacional y de Familia.
Diplomado en Neuropedagogía y Habilidades Cognitivas y Emocionales.
                   Especialista en Estimulación Temprana.
                   Directora del Centro Déjalo Ser.

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