Los niños, a lo largo de su desarrollo, padecen y experimentan numerosos miedos. La respuesta del miedo es una reacción normal y adaptativa que el niño experimenta cuando se enfrenta a estímulos (situaciones, objetos y pensamientos) que implican peligro o amenaza, teniendo un valor de supervivencia.
El miedo es un conjunto de sensaciones, normalmente desagradables, que se evidencia ante el peligro que se vive como real, originando respuestas de tipo defensivo o protector. Estas respuestas se manifiestan en un conjunto de reacciones fisiológicas, motoras – comportamentales y manifestaciones cognitivo – subjetivas (Lader y Marks, 1971; Marks, 1990a; Lader y Uhde, 2000; Méndez, 2000; Echeburúa, 2000).
- Reacciones fisiológicas: están provocadas por una serie de cambios bioquímicos, principalmente descarga de catecolaminas, la más conocida la adrenalina. Donde desencadenan un conjunto de síntomas como taquicardia, tensión muscular, temblores, sudoración, palidez, sequedad de garganta y boca, sensación de náusea en el estómago, urgencia de orinar y defecar, respiración rápida, dificultades para respirar.
- Reacciones motoras comportamentales: incluye todos aquellos comportamientos destinados a la evitación, a la huida, a la búsqueda de ayuda y seguridad, al aislamiento, a realizar cualquier cosa que les permita librarse o escapar del peligro.
- Manifestaciones cognitivo-subjetivas: son pensamientos, sentimientos, imágenes, todo ello con un gran contenido de peligro o amenaza y que derivan del temor percibido. Estos pensamientos se producen de forma automática con total percepción de pérdida de control y consisten fundamentalmente en sensaciones subjetivas de peligro y amenaza, bloqueos del pensamiento y pérdida de confianza.
Los tres conjuntos de reacciones descritas, están interrelacionadas entre ellas, y, pueden presentarse juntas o sucesivamente, con intensidad muy moderada o alta dependiendo de la intensidad del miedo. La intensidad depende a su vez de varios factores en interacción: el tipo de estímulo, el niño y su sensibilidad fisiológica, psicológica y el contexto.
Entonces, el miedo es una actitud frecuente en niños y niñas de dos a seis años y no tiene mayor importancia. Los niños suelen presentar miedos específicos y en la mayoría de los casos son fenómenos evolutivos normales y transitorios que propician el desarrollo de su personalidad y su maduración afectiva. Según muchos especialistas, estos miedos tienen como función la adaptación, porque ayudan a enfrentar de forma adecuada situaciones difíciles y amenazantes con las que se encontrarán a lo largo de su crecimiento que incluye una serie de cambios fisiológicos que les permiten afrontar mejor estas situaciones.
La diferencia fundamental entre los miedos evolutivos normales y los patológicos, es que los últimos interfieren en el funcionamiento de los niños en algún área vital básica (familia, amigos, colegio) al impedirles explorar su entorno adecuadamente disminuyendo sus probabilidades de experimentar, de aprender, inhibiendo su conducta. Por ejemplo, si un niño tiene tanto temor a los perros que se rehúsa a asistir a la escuela porque su vecino tiene a su perro en el patio. El problema de que el miedo persista por un largo tiempo es que provoca tensión y desgaste físico. Produce fatiga, dificultad para dormir, insomnio, pesadillas, pérdida del apetito, facilidad para sobresaltarse, agresión y evitación de cualquier situación temida.
Según el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V); “para que el miedo se convierta en un trastorno, tiene que interferir en la vida normal del niño, producir un miedo intenso y hacerle vivir “mal”, es decir, que padezca un continuo sufrimiento”.
Causas más frecuentes de los miedos infantiles:
Pueden originarse por varias causas siendo las más frecuentes:
- Cuando utilizan el susto como castigo y como forma de imponer autoridad: cuando los adultos encierran a los niños o los amenazan con llevarlos al doctor o al dentista si se portan en forma inadecuada.
- Existencia de experiencias directas con determinados estímulos atemorizantes. Por ejemplo, si en alguna oportunidad el perro le saltó encima y lo tiró al suelo.
- Ver programas y películas violentas no aptas para su edad.
- Hechos que suponen un cambio en su rutina cotidiana: hospitalización de alguna persona querida, disputa familiar, separación de los padres, llegada de un hermanito o cualquier otro hecho que afecte sus sentimientos y relaciones con las personas de su entorno.
- La fantasía y la imaginación infantil desbordante, la cual recrea y exagera situaciones que no son reales. Por ejemplo, ver un monstruo en la sombra de un árbol que se proyecta en la pared.
¿Cuáles son los miedos infantiles más frecuentes?
Hay miedos universales, comunes en casi todos los niños (oscuridad, desconocidos, animales, ruidos fuertes, tormentas, seres imaginarios, separarse de sus padres, escuela, entre otros). Pero hay temores propios de cada niño, que están relacionados con sus vivencias particulares y con la educación que han recibido.
Los temores empiezan antes del primer año de vida y su mayor incidencia ocurre entre los 4 y los 6 años de edad. Los miedos infantiles tienen una evolución de acuerdo a la edad. En cada etapa predomina un miedo específico:
0-6 meses:
- Ruidos fuertes (batidora, aspiradora, globos que revientan, cohetes).
- Pérdida súbita de apoyo y soporte al cambiar de postura.
- Ser puesto en la balanza.
7-12 meses:
- Principalmente a las personas extrañas y a la separación de sus padres.
- A las sensaciones extrañas (arena, pasto).
- A las situaciones desconocidas.
1 – 2 años:
- Miedos que aparecen: temor a las heridas y a los animales.
- Miedos que se mantienen: ruidos fuertes, personas extrañas, separación de los padres.
- Miedos que aumentan: a los 2 años se agudiza el temor a la separación de los padres y a lo que sea ajeno a su entorno familiar.
3 a 5 años:
- Miedos que disminuyen: a los extraños.
- Miedos que se mantienen: ruidos muy fuertes y no habituales, separación de los padres, animales y oscuridad.
- Miedos que aumentan: daño físico (dolor, sangre), hospitalizarse, ir al dentista y a las personas disfrazadas. A los 3 años se agudiza el temor al perro si el niño ya lo tenía.
5 a 6 años.
- Miedos que disminuyen: ruidos fuertes.
- Miedos que se mantienen: daño físico, animales, oscuridad, separación de los padres.
- Miedos que aumentan: a los 6 años aumentan el temor a seres imaginarios (brujas, fantasmas, extraterrestres, sombras).
Los miedos infantiles expuestos son frecuentes y pueden afectar hasta el 40-45% de los niños. Son normales, aparecen sin razones aparentes, están sujetos a un ciclo evolutivo, desaparecen en el transcurso del tiempo, a excepción del miedo a los extraños que puede subsistir en la vida adulta como timidez.