La inteligencia y su influencia en el proceso enseñanza-aprendizaje

Desde que nuestros hijos nacen, los padres estamos preocupados por su “inteligencia”. Pero qué entendemos por inteligencia…qué significa “ser inteligente”.

La inteligencia es la capacidad que tenemos de entender, razonar, saber y de resolver problemas. Nos permite aprender, tomar decisiones y formarnos una idea determinada de la realidad. También puede entenderse como la habilidad o destreza para realizar algo.

En Psicología, la inteligencia está asociada a la capacidad cognitiva y al conjunto de funciones cognitivas como los procesos de memoria, asociación, razonamiento y pensamiento.

El término inteligencia proviene del latín intelligentia, que deriva de inteligere, que está compuesta de dos términos: intus (“entre”) y legere (“escoger”). Entonces, el origen etimológico de inteligencia hace referencia a la capacidad que permite seleccionar alternativas óptimas para la resolución de un problema. Un individuo “sería inteligente” cuando es capaz de escoger la mejor opción entre las posibilidades que se le presentan a su alcance para resolver un problema.

Resing y Drenth (2007) definen la inteligencia como el conjunto de habilidades cognitivas o intelectuales necesarias para obtener conocimientos y utilizar esos conocimientos de forma correcta con el fin de resolver problemas que tengan un objetivo y una meta bien descritos.

La inteligencia es una cualidad que tenemos todos los seres humanos desde el nacimiento y que puede ser estimulada y desarrollada, por eso la estimulación temprana durante los primeros cinco años es importante porque habilita al individuo para hacer frente a los aprendizajes más elaborados de la escuela básica.

A través de muchas investigaciones se han elaborado diversos conceptos y mecanismos para medir la inteligencia, una de ellas es la teoría del cociente intelectual (CI), que evalúa las capacidades lógicas, matemáticas y lingüísticas de una persona. Las instituciones educativas la utilizan frecuentemente como método para valorar la capacidad intelectual de sus alumnos, sin embargo, el tener un alto CI no garantiza el que un alumno sea sobresaliente en la escuela, debido a que existen otros factores y habilidades que participan en el proceso de aprendizaje.

Es por ello que, en 1983, Howard Gardner, propone una nueva alternativa para definir la inteligencia, como un grupo de capacidades específica autónomas pero interrelacionadas distinguiendo diferentes tipos de inteligencias: lingüística, lógico-matemático, musical, espacial, personales (intrapersonal e interpersonal), cinestésico-corporal y naturalista, que abarca una categoría más amplia que el contemplado en las pruebas de CI. Para Gardner, la inteligencia es un potencial psicobiológico de procesamiento de la información que se puede activar en diferentes entornos (familiar, escolar, laboral, social, etc.) para resolver problemas o crear productos que tienen valor en esos lugares de referencia.

A partir de estas definiciones, es que la búsqueda de los padres debe ser el desarrollar en sus hijos una amplia gama de actividades, que les permita explorar todas sus capacidades; permitiendo detectar en forma oportuna dificultades a nivel de desarrollo y potencializar habilidades sobresalientes, donde se respeten la individualidades y todos los niños puedan ser incluidos en el proceso enseñanza-aprendizaje y donde todos puedan poner en práctica las habilidades que tienen, a pesar de sus diferencias.

Con este enfoque, más importante que nuestro hijo sea “inteligente”, es que pueda adquirir estrategias para resolver problemas “pequeños o grandes” que le van planteando los entornos donde se desenvuelve, primero la familia, luego la escuela y finalmente los ámbitos sociales y laborales.

 

Lic. Rosa Taramona Aparcana

Psicóloga. Mag. En Psicología Educacional y de Familia.
Diplomado en Neuropedagogía y Habilidades Cognitivas y Emocionales.
                   Especialista en Estimulación Temprana.
                   Directora del Centro Déjalo Ser.

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