Llenando de regalos a nuestros hijos: ¿Qué consecuencias podría traerles?

Con frecuencia nos encontramos con situaciones similares:

“Papi, ¡quiero esto! ¡…y esto…y esto otro!”. “De acuerdo, para tu cumpleaños o para Navidad te voy a comprar lo que quieras” ... Y día a día sigue aumentando la lista de regalos, juguetes y peticiones.

“Mamá, ¿me compras esto?” “Está bien, pero es lo último que te compro” ... Y al día siguiente nos vuelve a pedir.

Con frecuencia el niño o la niña tiene muchísimos juguetes, pero quiere uno nuevo. Los padres le han dicho mil veces que no le comprarán, pero sigue pidiendo más y más cosas alegando que lo necesita o que sus amigos tienen uno igual. Y los padres siguen comprando... y si no lo hacen se enoja, llora, grita o se tira al piso.

Estas escenas son la realidad de muchos padres que quieren satisfacer a sus hijos para que no continúen pidiendo o porque piensan que deben darles todo lo que solicitan, pero la experiencia demuestra que el niño no va a dejar de pedir, y son los padres, los que están reforzando códigos de conducta inadecuados.

El niño es un ser demandante. Desde que nace está pidiendo: pide comida, que se le cambie el pañal, que se le atienda, conforme va creciendo seguirá demandando más allá de sus necesidades reales y de lo que se puede y debe satisfacer. Por eso, resulta infructuoso tratar de complacerlo comprándole todo lo que pida, ya que creará nuevas necesidades y siempre querrá más.

La obsesión de los niños por adquirir cosas puede resultar realmente terrible, sin embargo, la mayoría de profesionales coinciden en que esta conducta, común en la mayoría de los niños a partir de los 2 años, es consecuencia de dos factores de desarrollo positivos: el primero, su imaginación está floreciendo y los hace más vulnerables a la publicidad. Si ve un niño jugando con un cohete en televisión, no tardará en imaginarse lo bien que lo pasaría con ese juguete si lo tuviera; el segundo factor, el niño está comenzando a socializar y cuando se reúne con otros niños para jugar, comparará inevitablemente juguetes, ropa y cualquier cosa que posea el resto de compañeros y es lógico suponer que después pedirá que le compren lo mismo a él.

Lo que debemos tener claro es que, en un periodo de la vida, entre los 2 y 3 años es frecuente que aparezcan en el niño algunas conductas inadecuadas llamadas comúnmente “berrinches”, donde les gusta mandar o salirse con la suya, pero cuando la conducta se mantiene en el tiempo y se convierte en una forma habitual de conseguir lo que quiere y de interactuar con el ambiente que lo rodea, entonces hemos perdido el control. No debemos permitir que esta conducta se convierta en una forma segura y efectiva de obtener lo que el niño desea. Es necesario que aprenda desde el principio que no se puede obtener todo lo que uno quiere.

Los padres son un factor determinante para la persistencia de esta conducta inadecuada de pedir continuamente, ya que son el modelo directo, el primer ejemplo y el referente seguro que tienen. Aunque la publicidad, la televisión y los valores sociales predominantes también influyen en ellos, inundándolos con mensajes atrayentes, ejerciendo sobre ellos gran presión social desde temprana edad y provocando la sensación de que esos modelos egoístas, caprichosos y materialistas que suelen ver en los programas de televisión son la forma más rápida y efectiva de conseguir lo que desean.

Ceder ante las exigencias de los niños puede ser muy tentador. Con frecuencia los padres llevados por el cansancio, los sentimientos de culpa o la falta de paciencia satisfacen a sus hijos en la creencia de “ya tendrá tiempo para aprender”, pero quizás cuando llegue ese “tiempo” ya sea tarde. Con frecuencia los padres permisivos que desean que sus hijos se sientan libres y que tengan todo lo que ellos no tuvieron, ceden ante ellos, fijándoles muy pocas reglas y aquellas pocas que establecen generalmente no las hacen cumplir de manera uniforme.

Pero el remedio está en la prevención. Desde que nacen, los niños están en un continuo proceso de aprendizaje, por lo tanto, es conveniente educar desde el principio, dando ejemplo coherente, consistente, constante y oportuno. Los padres deben aprender a establecer normas claras sin sentirse culpables por ello. Es necesario enseñarles que no todo se puede conseguir simplemente con pedirlo, aunque económicamente estemos en condiciones de proporcionarlo y mucho menos haciéndolo de forma inadecuada (llorando, gritando, etc.), ya que esto disminuye su capacidad de tolerancia a la frustración.

 

Errores frecuentes que cometemos los padres:

  1. Comprar solo lo que anuncian en televisión: los niños piden solo aquello que conocen, si los llevan a visitar varias tiendas para apreciar las posibilidades que existen, lo más probable es que encuentren algo de acuerdo a sus intereses y necesidades, que no sea necesariamente lo que vieron en la televisión.
  2. Comprar siempre lo que pide sin evaluar si el niño realmente lo necesita: muchas veces los padres compramos solo porque nuestro hijo lo quiere o sus amigos tienen lo mismo, pero al poco tiempo lo abandona. Lo más probable es que nuestro hijo haya aprendido a querer tener todo excepto lo que ya posee. Frases como ¡que buen carro tiene mi jefe¡, ¡quién pudiera tener esa casa!, ¡si pudiese me compraría esos zapatos!, ¡que ropa más bonita, la compraría toda!, sirven de modelo a seguir por nuestros hijos, ellos imitan el comportamiento de los adultos que los rodean.
  3. Comprar todo lo que piden sin importar lo que cueste, generalmente lo más caro: un regalo no tiene porqué ser costoso, también puede ser gratis, lo que debemos es enseñarles que lo importante es compartir tiempo juntos; por ejemplo ir a la playa o a caminar, leer, jugar, salir al parque a montar bicicleta, ir a comer un helado. También podemos regalar cosas necesarias para la vida diaria como prendas de vestir y útiles escolares. El problema es acostumbrar a nuestros hijos a regalarles solo objetos costosos y luego quejarnos que para ellos pasear o ir a la playa no es un regalo.
  4. Comprar y creer que el regalo es una demostración de amor y afecto. Si les enseñamos que sinónimo de cariño es un regalo material, siempre estarán pidiendo cosas como muestra de afecto y siempre darán cosas materiales en señal de amor, pero no aprenderán que el cariño se demuestra con tiempo y dedicación.
  5. Comprar como un acto impulsivo: a veces los juguetes sólo le hacen ilusión el primer día, luego no los vuelve a utilizar, eso ocurre porque los adultos compramos cosas de forma impulsiva, cosas que nos hacen ilusión a nosotros y luego nos damos cuenta que fue un gasto innecesario porque nuestro hijo ni lo desea ni lo necesita.
  6. Comprar animales de compañía, si no se va a hacer responsable de ellos: los niños con frecuencia quieren un perro o un gato sin evaluar quién se encargará del animal pasada la primera ilusión y las responsabilidades que acarrea el tener un ser vivo dentro del hogar.
  7. Comprar juegos que generen aislamiento: en vez de fomentar actividades donde comparta con otros niños y adultos y que desarrolle las relaciones interpersonales.

Los niños con frecuencia no saben lo que necesitan, pero con nuestra ayuda pueden lograrlo, de nosotros depende educarlos en valores como la generosidad, la sinceridad y la comprensión, en vez de darle prioridad solo a la estética y lo material.

 

¿Qué podemos hacer?

  1. Evaluar qué juguetes tiene nuestro hijo y comprar lo que realmente necesita. Si está pidiendo un carro y ya tiene 20 carros, no necesita ninguno más, pero a lo mejor no tiene ningún avión, ni ningún tren, entonces podría ser conveniente adquirir uno para desarrollar su imaginación con otro tipo de juegos.
  2. Compre regalos cuando sea necesario, sin haberlo ofrecido y sin que su hijo se lo pida, puede ser para premiar una conducta que Ud. aprueba. Por ejemplo, tiene dos hijos, que están haciendo un esfuerzo por pelear menos, entonces puede comprarles como regalo un dominó para que jueguen juntos.
  3. Cuando se acerque una fecha indicada (cumpleaños, navidad) donde le va a comprar algo, llévelo a buscar algo que realmente necesite, que sea adecuado para su edad y que estimule su creatividad e individualidad.
  4. Compre juegos que fomenten la interacción social, es decir juegos grupales que podamos compartir con nuestros hijos, para los más pequeños, de 2 a 5 años, son recomendables juegos como: dominó de figuras, memoria, ludo, palitos chinos. Para los más grandes de 6 a 9 años, juegos de mesa como: casinos, damas, ajedrez, juegos de estrategias entre otros.
  5. Al comprar un juguete, piense si realmente le gustaría a su hijo y si corresponde a sus características personales. Por ejemplo, a lo mejor nosotros soñamos con la bicicleta último modelo, pero a nuestro hijo le gusta pintar o dibujar, entonces es mejor comprar un gran set de pintura con témperas y acuarelas que nuestro hijo realmente va a disfrutar.
  6. Enséñele que pueden hacer cosas juntos sin comprar cosas materiales, con frecuencia cada vez que los padres salen a la calle terminan comprando algún juguete al niño, si vamos a regalarles algo valioso que sea “nuestro tiempo”.
  7. Cuando van a salir a la calle, explíquele que no van a comprar ningún regalo y que, aunque llore o grite igual no se lo va comprar.

¿Qué consecuencias puede tener el comprar siempre todo lo que nuestros hijos nos piden?

  1. Se vuelven exigentes, caprichosos, quieren imponer sus deseos, hacen berrinches o pataletas cuando los padres no acceden a comprarles lo que piden.
  2. Tiranizan a sus padres, los “chantajean” emocionalmente haciéndolos sentir culpables por no comprarles lo que desean.
  3. Son desordenados con sus juguetes, los dejan tirados, los destruyen, los abandonan o los dejan olvidados sin importarles qué ocurra con ellos, esperando que sea el adulto quien se responsabilice del juguete.
  4. No comprenden el valor económico real del juguete, que demanda un esfuerzo el adquirirlo y que se ha comprado gracias a que los padres trabajan y que también por eso debe ser cuidado.
  5. No se centran en un juguete, tienen tantos, que revolotean de uno en uno, cogen un juguete luego lo dejan sin guardar ni terminar de jugar con él para coger otro.
  6. Tienen bajo nivel de tolerancia a la frustración, si no les dan lo que ellos quieren en el momento en que lo solicitan se enojan desproporcionadamente.
  7. No aprenden a esperar, si el juguete no funciona como ellos quieren se encolerizan al extremo de lanzarlo, golpearlo y finalmente dañarlo.
Lic. Rosa Taramona Aparcana

Psicóloga. Mag. En Psicología Educacional y de Familia.
Diplomado en Neuropedagogía y Habilidades Cognitivas y Emocionales.
                   Especialista en Estimulación Temprana.
                   Directora del Centro Déjalo Ser.

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