Por todas estas emociones es conveniente que los niños vayan al jardín cuando han logrado el proceso de separación – individuación que se logra entre los 2 y los 3 años.
El período de separación – individuación, es la etapa de desarrollo emocional donde el niño logra el proceso de Independización emocional en forma eficiente, permitiéndole tomar conciencia de sí mismo y del “otro”, es decir, que el niño comprenda e interiorice la existencia de una realidad externa diferente a él mismo.
Este proceso se desarrolla en forma gradual entre los 4/5 meses y los 3 años de edad aproximadamente. Pasando por cuatro fases.
La primera fase de diferenciación (4/5 - 10 meses), el bebé comienza a diferenciar su cuerpo del de su madre, comienza a diferenciar a las personas poco conocidas iniciándose la ansiedad frente a los extraños.
La segunda fase de ejercitación locomotriz (10 - 18 meses). Se caracteriza porque el niño puede alejarse físicamente de la madre, le gusta explorar su entorno, es curioso y presenta dos momentos: cuando el bebé gatea y camina con apoyo y cuando logra caminar solo.
La tercera fase de acercamiento (18 - 24 meses). En esta etapa el niño necesita de la disponibilidad emocional de la madre, con frecuencia se muestra aferrado a ella y presenta patrones contradictorios de comportamiento como “sombrear” (vigilar y seguir a la madre a todos lados) y “arrancarla” (resistencia cuando la madre desea restringir su autonomía) y aumenta la ansiedad de separación.
La cuarta y última fase de constancia objetal (24 - 36 meses). A partir de los 2 años, va disminuyendo la ansiedad de separación y la ambivalencia cercanía – autonomía, donde parece que el niño encuentra un punto de equilibrio facilitado por la rapidez del desarrollo del lenguaje, la capacidad de nombrarse como “yo” y de nombrar a personas familiares; lograr el proceso de interiorización de reglas, capacidad de expresar fantasías y deseos mediante el juego simbólico, logrando el intercambio de roles y desarrollando un sentido del tiempo que le permite tolerar la ausencia de la madre.
Entre el segundo y el tercer año, el niño logra sustituir completamente la ausencia de la madre por una imagen interna confiable, que se mantiene estable. Es decir, recién alrededor de los tres años el niño logra comprender que la madre no lo ha abandonado y no ha desaparecido, sino que regresará después de un tiempo.
Estas edades son referenciales, hay niños que lo logran antes y otros que lo logran después. Por ello, ahora que todos los padres durante el verano están en busca de un nido para sus hijos, las maestras debemos orientar oportunamente y ofrecer la información más adecuada tomando en cuenta las características de cada niño.